Esa es una pregunta que ya tiene respuesta, ¿está claro? Bueno, sigo. Cinco años atrás, muchos de mis domingos empezaban con los rezagos de resacas por las reuniones de “amigos” o conocidos, a los que el afecto era tan vago que me es difícil recordar los motivos por los cuales llegaba a quedarme hasta altas horas de la madrugada. Luego de ello, llegar a casa a descansar y sufrir con las bromas de mi madre por las consecuencias de una noche de aventura juvenil. Por otro lado, mi gran hermano mayor, al que la genética no le ha hecho justicia por su baja estatura, despertaba ocho en punto para tomar el desayuno con nuestros padres, seguidamente iniciaba su rutina de los días domingo con su bicicleta querida e iba a manejar por las calles limeñas, mientras yo dormía. Luego de cinco años, puedo decir que, mi rutina ha cambiado, ahora logro despertarme la mayoría de veces a las ocho en punto, prender el celular y revisar mi cuenta de twitter. Pero mi hermano no ha cambiado.

Cada uno ha tomado su bicicleta, prometiendo volver al punto de partida en cuatro horas aproximadamente. Uno siendo el líder de ruta, mientras el otro resignándose a seguirlo, llegar a ver el mar y salir de su zona de confort. Ambos tan distintos. Dudo que algún desconocido nos mire y diga que provenimos de la misma madre. Las bicicletas son distintas, la altura de nuestras caderas al asiento define el criterio de diferenciación. Sorpresas, alegría, angustia, adrenalina, son algunas de las palabras de lo que ha significado nuestro primer paseo. El líder demuestra una vez más la superioridad hacia su hermano menor. Hemos llegado a ver el mar. En una muestra de nuestras actitudes al tomar el respectivo descanso, el líder se sienta en una banca con su mochila, mientras yo termino echado en el césped. Cada uno con su distancia, la cual fue símbolo de todo el viaje. Ambos sacamos nuestro aparato móvil para ver series japonesas en un intervalo de media hora. Yo busco el capítulo final de Puella Magi Madoka Magica, mientras mi hermano se pone cómodo para mirar Kamen Rider Gaim. La primera opción audiovisual se resume en un grito de adolescencia de los personajes principales que termina por decepcionarme por la justificación de su mundo y darme una repetida de-construcción de la figura del héroe, disolviendo de mi mente lo bien llevada que estaba la trama. Por otro lado, la live-action resultó cómica para el líder, ya que la combinación de personajes carismáticos y el uso de frutas como fuente de poder; sí, frutas, hacen de ella una buena serie para relajar la mente.

Resulta bastante curioso que el punto en común entre el anime y el live-action, sea el guionista Gen Urobuchi. El escritor y guionista japonés transmite en Madoka Magica cómo el egoísmo de las magical girls conduce hacia una espiral de negatividad y sufrimiento, mezclado con los símbolos religiosos y su visión de la adolescencia. Mientras que el otro nos relata que no importa volverse héroe por accidente, mientras defiendas a tu planeta el resto no significaba nada, ni siquiera que los riders tengan que intercambiar sus fuentes de poder (sí, frutas).

Terminó el plazo para el disfrute de nuestras series, el líder me compra una botella de agua para comenzar el camino de regreso a nuestra casa. Juntos otra vez, tomamos las rutas que la Municipalidad de Lima ha diseñado para los ciclistas, aunque no siempre lo ideal termine de cuajar en la mente de los ciudadanos, sobre todo si se trata del líder y yo, que conocemos muchas rutas alternas para llegar en el menor tiempo posible, de Miraflores a Mangomarca.

El sol en su punto más álgido, como si nos dijera que el camino de vuelta tendría mayor dificultad. Yo solo pude ver la espalda de mi hermano, al que no pude lograr siquiera empatar en distancia. Solo me queda guardar lecciones y alegrías que hemos compartido. Lo que nos depare en el futuro es incierto, pero las distancias entre nosotros, espero, no serán significativas. Bien se dice que los rivales no pueden estar separados.