#ElPerúQueQueremos

Oscuridad

Publicado: 2021-08-16


Eran pasadas las siete de la noche, la cumbia cambió de una alegría espectacular a tristes canciones de despecho, el pequeño Raul Shaiel se ponía cada vez más nervioso con las fuertes pisadas de sus dos inquilinos y sus respectivas parejas, mientras buscaba alguna solución ingeniosa en Phineas y Ferb, para callar la pequeña fiesta celebrada un piso arriba de su cuarto color azul.

La abuela de Raul estaba agotada por el esfuerzo de salir a comprar la comida para siete días, y así evitar a sus vecinas y vecinos de su barrio.

- Abuela, ¿estás despierta?- nada, Raul aún no había madurado lo suficiente para entender el descanso de los demás.

Raul se quedó mirando a su abuela unos diez minutos sin decir nada, preguntándose si la bulla no era suficiente para atender a su nieto. Otra vez, nada.

- Una caja más y se acabó, que el jefe no te perdona una falta...maldito enano.

Raul escuchó eso y se puso más tranquilo, dicen que no hay personas más sinceras que un niño y un borracho.

De repente el sonido de las entrañas de Raul empezaron a sonar más fuertes que la bulla allá arriba. La abuela no había dejado servida la cena para Raul.

-Quiero salir por una Hamburguesa de Chicho's-, exclamó Raúl, luego de excusarse en su hambre, su aburrimiento por las pisadas, y por los recuerdos de algún compañero de clase que lo fastidiaba por no ser libre de hacer algo fuera de las órdenes de su abuela.

Presurosamente alcanzó las llaves de la casa, se guardó en su bolsillo un poco del sencillo de la semana para su refrigerio escolar y listo, ya era un pequeño niño de once años en las calles de su barrio.

Pasaron treinta minutos, ya estaba más tranquilo, luego de una hamburguesa y ver a los niños jugar con sus padres, le gustaba observar la felicidad de otros desde lejos.

Luego de 10 minutos más, todo se oscureció, Raul no se preocupó, ya era el cuarto apagón durante semana.

- ¡Ayúdenme!, ¡no veo!, ¡me duele la rodilla!. Raul escuchó la voz de un anciano exclamar auxilio, así como él, el abuelo había salido de su casa aburrido de su rutina, pero los diferenciaban las cataratas irreversibles.

-"No se que hacer, es un extraño, tengo miedo" pensó Raul, mientras veía como el anciano no podía pararse de su tropezón.

- "Coja mi mano, lo ayudaré" - gritó Raul. El anciano no podía ver, solo lamentaba su imprudencia. Luego de ya estar de pie, le dijo a Raul que lo llevara a su casa, pero Raul no le respondía.

- Señor no puedo, me tengo que ir, mi casa, perdóneme - le dijo Raul mientras se alejaba, ya estaba a dos cuadras de su casa. Raul corrió de la culpa, volteo su mirada pero ya no estaba el anciano, la oscuridad se lo había tragado. Se le cayeron algunas monedas buscando su llave, no quiso recogerlas, volver era su prioridad.

Cuando entró a su casa, notó que la bulla había cesado. A lo lejos una vela prendida, la abuela había despertado, no entendía bien porque estaban a oscuras, Raul sólo pensó en el señor elegido por segunda vez que salía en la tv con una banda blanquirroja sobre su pecho como el culpable de la oscuridad.


Escrito por

Empates

Estudiantes ensayando


Publicado en