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Pan, mantequilla, mermelada y azúcar.

Publicado: 2021-07-18

La persona que te gusta acaba de decepcionarte. Acudirías a tus amigxs, pero están muy ocupados, y de seguro te dirán “te lo advertí”. Se te acumulan las tareas. No dices nada y el profesor te pide que intervengas, pero nunca leíste a ese autor por tu cuenta. Sientes como corren tus lágrimas, aunque no salgan de tus ojos. Hay receso. Te haría bien un dulce pero aún recuerdas cuando tus familiares discutieron las razones por las cuales no deberías haber comido esa galleta. Sales en pijama y medias a buscar la comida. Después de sacar el contenido de las ollas tienes un plato dorado con una rodaja de papa, arroz y un pedacito de pollo mojado en un líquido naranja clarito frente a ti. No te gusta, pero comes un poco mientras criticas lo que estás viendo en el celular, tal como él lo haría. ¡Tranquila!, estas comiendo muy rápido.

Escuchas las clases mientras abrazas al peluche que menos te gusta. Agarras el celular. Ningún mensaje que no esté relacionado a tus pendientes. Para concentrarte prendes la cámara frontal. El resultado te asusta. Te peinas frente a la pantalla, pero no te embelleces. Juegas con los ángulos y te preguntas si de verdad merecías que él se fijara en ti. Recuerdas que le tomaste foto a tu plato luego de retirar la mayoría de arroz y papa y lo publicaste en tus historias, para que piensen que comes poco. Te preguntas si hacer ejercicio por media hora haría que te sientas menos triste. Agachas un poco tu cabeza y recuerdas que tienes una papada. Sientes hambre, pero a la vez no tienes hambre. Vas corriendo a buscar algo a la cocina. Oficialmente aceptas que hoy tampoco entenderás la clase. Hay pan, mantequilla, mermelada y azúcar. Sientes la textura del pan frío con mermelada y luego ya te terminaste tres panes. Ya no recuerdas su sabor. No lo debiste comer. Te duele la cabeza y ya terminó la clase, mejor duermes.

De pronto ya es fin de semana, y seguramente has comido más panes y arroz que lo recomendado en cualquier lista hipocalórica del seguro. A tu chicx le has vuelto a hablar con normalidad. Sientes que sigues aumentando de peso. Te preguntas si todas esas dietas que hiciste no fregaron tu organismo y ahora impiden que entres en los jeans que te quedaban antes de la pandemia. Tu hermanita te dice que te ves bien, pero te imagina mejor aún si adelgazaras. Le sonríes. No hay frutas en el refri, son para los pequeños. De pronto vomitar sí es una opción esta vez. Las paredes del baño son muy delgadas; te pueden escuchar.


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